Se trata de un revolucionario concepto para el turismo en pleno vuelo, pero alguno de sus detalles ya provocan desconfianza sobre su viabilidad y su seguridad.

Es una idea tan revolucionaria como inquietante en algunos de sus detalles. Lanzado como el “Sky Cruise” (Crucero del Cielo) se presenta como una verdadera revolución para la aeronavegación y el turismo.

Se trata de un avión de enormes dimensiones, destinado a recorrer el mundo con la mejor confortabilidad disponible, un lujo 5 estrellas que, además, no necesita aterrizar: puede mantenerse de manera permanente en el aire.

Con una capacidad para 5.000 pasajeros. Sí, cinco mil pasajeros (con letras y con números es igual de impresionante y no se trata de un error al escribir). Está pensado en realidad para ser una “hotel de alto vuelo” en todos los sentidos de la expresión.

Tendrá absolutamente de todo para los viajeros y no necesitará aterrizar para poder embarcar, llegar a destino o incluso reponer el combustible o reparaciones de la aeronave.

El máximo lujo en el aire, siempre en vuelo

Es el desarrollo de un científico yemení dedicado al desarrollo de comunicación de la ciencia y especializado en biotecnología molecular. Unió ambas pasiones y presentó el desarrollo de este avión fantástico. Cree que antes de 2040 podría estar en servicio.

El diseño parece inspirado en el Boeing 747 o el Airbus 380, con capacidad para 500 pasajeros. Solo como un pequeño punto de partida porque este “crucero del aire” es enorme y con un perfil jamás visto.

Sus dimensiones totales y peso por ahora son un secreto, pero con sólo ver las imágenes y comparaciones con los aviones más grandes hasta el momento, es como “un enorme condominio” con alas y turbinas para poder volar sin tener que aterrizar.

Y en su interior tendrá absolutamente de todo. Más de 4.000 habitaciones (sí, habitaciones) con un lujo superior a los mejores buques de turismo del momento. También tendrá, shopping, cines, teatros, piletas y todo lo que ya se ve un un barco. Solo que esta vez estará en el aire.

Además, como no tiene previsto aterrizajes rutinarios, en caso de una emergencia médica se dice que este aparato del futuro tendrá un hospital a bordo. Con equipos de resonancia magnética, laboratorios, hasta consultorios odontológicos. De manera tal que solo una fatalidad lo haría aterrizar.

El avión que jamás aterriza

El avión de enormes dimensiones estará preparado para no tener que aterrizar nunca, en períodos que se estiman en 7 años continuos. Durante todo ese tiempo, el recambio necesario se hará en el aire.

Tanto para pasajeros, como del combustible o eventuales reparaciones, el mega avión tendrá un sistema que desde su parte superior del fuselaje desplegará una suerte de torre a la cual podrán acoplarse aviones con pasajeros, combustible o repuestos.

Usará un sistema que se basa en los acoples de las naves a la estación orbital espacial. Los pasajeros subirán o bajarán por ascensores y por conductos especiales llegará el combustible para repostar o los repuestos que hagan falta. O los insumos (alimentos, material de entretenimiento o equipos de salud) que se precisen.

Así, no tendrá la menor necesidad de regresar a un aeropuerto.

Un desafío para el turismo mundial

Pero otra parte desafiante es la propia estructura del avión pensada para el turismo. No solo porque está pensado para llevar a 5.000 pasajeros, como un crucero enorme.

Tendrá como opciones para la recreación tres salas “abiertas” para que se pueda ver todo, absolutamente todo, desde el aire. Un área muy grande en el medio del fuselaje, que será de un material mucho más resistente que las ventanillas actuales para que se pueda ver al exterior desde una plaza central, así como de las múltiples terrazas de cada uno de los niveles de las habitaciones.
Al mismo tiempo, habrá dos pequeñas “burbujas” que operarán como miradores laterales y superiores para los pasajeros. Lo más inquietante, habrá ascensores exteriores y panorámicos para llegar a ellos. Sí, por la parte externa del avión (¿será seguro?)

¿Un Titanic en el aire?

La primera cuestión es una de diseño y concepto. ¿Realmente una mole semejante podrá levantar vuelo, sostenerse en el aire y eventualmente, aterrizar? Qué tipo de desarrollo aerodinámico puede permitir volar a semejante “cosa” es la gran pregunta.

Mención aparte para los “ascensores exteriores” el conducto para el intercambio de pasajeros y combustible y, sobre todo, la cola con el salón panorámico. ¿Quedará adosado al resto del fuselaje? ¿Podrá cumplir así su función de timón de la enorme aeronave?

Para no hablar de lo que se necesita en tierra: aeropuertos gigantescos en sus instalaciones. Desde el manejo de 5.000 pasajeros en un solo avión hasta la extensión necesaria de una pista capaz de dar seguridad al “crucero del cielo” al despegar y aterrizar.

Pero hay algo más, tal vez de preocupación planetaria. El avión necesita unos motores muy especiales. Nada menos que 20 turbinas, desplegadas en una doble ala a cada lado del fuselaje. Con 5 de ellas en línea en cada uno de los niveles.

Pero es el combustible lo que causa alarma. “Creo que es cuestión de tiempo antes de que los potentes reactores nucleares se vuelvan lo suficientemente pequeños como para caber dentro de un avión de ese tamaño”, dijo Ahshem Alghaili.

Así es. Como afirma su realizador e impulsor, la nave utilizará 20 pequeños reactores nucleares para producir la energía necesaria para volar y mantenerse allá arriba. La reacción que se dará en el interior de esos pequeños reactores nucleares hará que se muevan las turbinas.

Pero lo que aterra es pensar en varias contingencias. Qué puede pasar si el avión – como a veces ocurre – tiene cualquier clase de problema y se estrella contra el terreno. Imaginemos una ciudad cualquiera. Será como recibir de la nada el impacto de 20 bombas nucleares aunque sean pequeñas.

Cuál sería el daño inmediato y la radiación que podría extenderse por un área enorme como ocurrió con la central de Chernobyl en 1986. En ese caso, fue un solo reactor, no 20 como transportará este crucero del aire.

Otro inconveniente se plantea por el temor de ser víctima de un atentado terrorista, tanto en tierra como volando por algún “potencial objetivo”.

Otro tema inquietante para el final. Semejante máquina del aire no necesitará pilotos. Estará bajo el mando de la Inteligencia Artificial (IA). Manejará todo, desde el plan de vuelo, las mejores condiciones para evadir tormentas o que no haya que atravesar turbulencias y todos los requerimientos necesarios para la nave y el confort y disfrute de los pasajeros.

Pero el tema de la seguridad con la IA sigue vigente. Si la máquina logra ser “hackeada” y manejada para provocar una tragedia en algún blanco, ¿cuál sería el daño capaz de producir?

Ni hablar si un día ocurre lo que muchos científicos y personalidades advierten: que la IA se vuelva autónoma, tome sus propias decisiones y utilice a ese enorme crucero volador para causar daño a la humanidad.

Es por eso que muchos lo ven como un posible “nuevo Titanic”, pero en el aire. Y como ya sabemos, la realidad siempre supera a la ficción.

Por Roberto Adrián Maidana.

Texto extraído de a24.com